Dado que nadie está excluido de invocar a Dios, la puerta de la salvación está abierta a todos. No hay nada que nos impida entrar por ella, sino sólo nuestra propia incredulidad.
El mayor anhelo de todo cristiano es ver cumplidas las promesas de Dios. Aprende a descansar más en la fidelidad de Dios que Él cumplirá lo que ha dicho. Hasta ese momento, recuerda, obedece y predica la Palabra de Dios.