Dado que nadie está excluido de invocar a Dios, la puerta de la salvación está abierta a todos. No hay nada que nos impida entrar por ella, sino sólo nuestra propia incredulidad.
¿Has sido testigo de la grandeza del amor de Dios en tu vida? ¿O estas quejándote constantemente por las situaciones que pasan en tu vida? Lo peor en que una persona puede caer es en una apatía relgiosa que impide ver el amor de Dios en su vida