Dado que nadie está excluido de invocar a Dios, la puerta de la salvación está abierta a todos. No hay nada que nos impida entrar por ella, sino sólo nuestra propia incredulidad.
¿Odias tu pecado solo por las consecuencias que trae? ¿O porque Dios lo aborrece? Estás huyendo de la lucha contra tu pecado? Escucha la prédica del domingo