Dado que nadie está excluido de invocar a Dios, la puerta de la salvación está abierta a todos. No hay nada que nos impida entrar por ella, sino sólo nuestra propia incredulidad.
Cristo aun siendo el Hijo de Dios, Dios mismo, Se entrego para rescate de nuestra vida. Cristo realmente sabía quien era Él (Su identidad) y tenia confianza plena en la relación con Su Padre celestial (Seguridad).