Un llamado a la obediencia
Si me aman, obedezcan mis mandamientos.
Juan 14:15
Es muy probable que una gran mayoría de personas que dicen creer en Dios creen que están amando a Dios por las obras de caridad que hacen, porque de vez en cuando oran y van a la iglesia, por las emociones ‘piadosas’ que resultan de experiencias o encuentros religiosos o por lo que sienten cuando escuchan una canción ‘cristiana’. Sin embargo, aunque todo eso suene piadoso, bueno y quizás hasta romántico no demuestra de ninguna manera un amor real a Dios.
Otros, por otro lado, creen que no es tan necesario amar a Dios con todo su ser. Creen que Dios no busca eso y que con lo mínimo es suficiente para llevar una vida que agrada al Señor.
Sin embargo, la Palabra de Dios nos muestra todo lo contrario. La Biblia enseña claramente que el mandamiento más importante es amar al Señor con toda nuestra fuerza, mente y corazón (Mateo 22:37). Un mandamiento es una ordenanza no es una opción. Dios no quiere una parte de nosotros solamente, no quiere mucho menos lo mínimo o lo que sobre, de ninguna manera. Él quiere todo porque Él merece todo, porque Él es supremo y soberano sobre toda la creación, porque Él es digno de recibir toda gloria y honor.
La forma real para saber si estamos amando a Dios es obedeciendo Su Palabra (Juan 14:15,21). Nuestra obediencia a Sus mandatos determina el grado de amor que tenemos por Él. Si una persona no pasa tiempo de calidad y cantidad en la Biblia ¿cómo va a conocer los designios de Dios?, ¿cómo va a saber que tiene que obedecer? El amor a Dios no se basa en emociones, pensamientos, filosofías humanas o verdades relativas; se basa única y exclusivamente en obedecer Su Palabra y reconocer que sólo Su Palabra es verdad.
Si no pasas tiempo suficiente en la Palabra de Dios es imposible que le ames. No importa lo que sientas o lo que pienses, si no tienes amor por Su Palabra y por obedecerla, mucho menos vas a tener amor por Cristo. Santiago 1:22-24 nos enseña claramente que escuchar la Palabra de Dios y no ponerla en práctica es engañarse a uno mismo.
Nuestro propósito primordial en la vida es amar a Dios obedeciendo Su Palabra, haciendo Su voluntad, viviendo vidas consagradas a Él. La obediencia es resultado de la fe y confianza que tengamos en Dios; confiamos que Sus designios son buenos y perfectos para nosotros. Dios bendice a los que le obedecen con un corazón sincero y humillado delante de Él.
Aplicación:
¿Estás amando realmente a Dios? ¿Refleja tu vida un amor genuino hacia el Señor? Si tu respuesta es no, estás fallando al mandamiento más importante de todos.
Enséñame tus decretos, oh Señor; los cumpliré hasta el fin.
Dame entendimiento y obedeceré tus enseñanzas; las pondré en práctica con todo mi corazón.
Hazme andar por el camino de tus mandatos, porque allí es donde encuentro mi felicidad.
Dame entusiasmo por tus leyes en lugar de amor por el dinero.
Aparta mis ojos de cosas inútiles y dame vida mediante tu palabra
Salmos 119:33-37